Una nueva fase del chavismo
por Carlos Alberto Montaner
Hugo Chávez se propone cerrar Radio Caracas-Televisión. No le renovará la licencia. La razón alegada por el gobierno es que esa empresa apoyó el confuso golpe de abril del 2002. Pero no es verdad. El coronel Arias Cárdenas respaldó el golpe apasionadamente, como puede comprobar cualquiera que se tome la molestia de buscar el video con sus declaraciones de entonces en youtube, y luego Chávez lo nombró embajador en Naciones Unidas. Lo que Chávez premia o castiga es el grado de sumisión a su egregia persona. No actúa por principios, sino por cálculos estratégicos. Si te arrodillas, te llena de honores y hasta te hace rico. Si te opones, te destruye. Es el ''plata o plomo'' de los narcos sudamericanos elevado a la categoría de política de Estado.
Tras ganar las elecciones de diciembre del 2006, Chávez se dispone a darle algunas vueltas a la tuerca autoritaria. A corto plazo es muy probable que busque formas de cerrar o doblegar a Globovisión y a los diarios El Universal y El Nacional. Como dispone a su antojo del sistema judicial y de la temida Hacienda, es posible golpear a estos medios imponiéndoles multas millonarias o inventándoles delitos fiscales. Sería una forma de recurrir al ''plomo''. Pero acaso Chávez prefiera utilizar la ''plata''. Mediante unos amables testaferros, los hombres del presidente pueden adquirir los canales de comunicación de los enemigos con una buena tajada de petrodólares. Los propietarios entenderían el mensaje con cruel nitidez: o los venden o los pierden. Incluso, el precio podría sea alto. No es cuestión de dinero.
De la misma manera que para Chávez, por lo que se va conociendo, lo importante no son los procedimientos, sino los resultados, su compromiso ideológico también es difícil de precisar. Cambia con cada interlocutor o consejero que consigue situarse junto a su confusa cabecita. En los noventa estaba bajo la influencia de Norberto Ceresole, un argentino fascista cercano a los manicomios libio e iraní que se enamoró del teniente coronel golpista y lo puso a leer El libro verde de Gadaffi, un galimatías dedicado a consagrar el odio a Occidente, al mercado y a la democracia. Luego, a partir de 1994, Fidel Castro lo tomó de la mano y de forma creciente lo desvió hacia el marxismo-leninismo y el antiamericanismo militante, hasta que juntos concibieron y parieron el ``socialismo del siglo XXI''.
¿Qué es eso? La convicción de que La Habana y Caracas sustituyen a Moscú en la tarea de liderar a la humanidad en dirección del paraíso. La tarea exige, por supuesto, poner fuera de combate a Estados Unidos, Europa, Japón, más otros pequeños inconvenientes, pero el primer paso consiste en conquistar América Latina. ¿Cómo lo van a lograr? Repitiendo el experimento venezolano: se llega al poder legítimamente por medios electorales y desde la cúspide se desmantela el Estado de Derecho mientras se ejecutan medidas populistas demagógicas y efectistas. ¿Para qué ese esfuerzo? Para implantar un régimen gloriosamente colectivista en el que, finalmente, todas las personas sean buenas, desinteresadas, odien el consumo de viles objetos materiales y adopten comportamientos dulcemente idealistas.
Curiosamente, donde Chávez está encontrando una mayor resistencia es en la fase venezolana de construcción del socialismo. Lanzó a bombo y platillo una reforma agraria y descubrió que en Venezuela no hay campesinos y que hace más de cuarenta años que la tierra se distribuyó. Pensó en estatizar las grandes empresas y advirtió que los cuadros chavistas se caracterizan por exhibir una incapacidad crónica para la gerencia. Todo lo que tocan lo corrompen, lo destruyen o lo arruinan. Si mediante un decreto revolucionario Chávez nacionalizara las mil mayores empresas venezolanas, antes de 180 días todas tendrían que colgarse del presupuesto para sobrevivir porque habrían sido financieramente diezmadas. Y si Chávez, víctima de la legendaria incapacidad de su tribu política, no puede colectivizar la economía, ¿cómo continuará expresando su radicalismo revolucionario? Muy sencillo: en el terreno de la dictadura política: seguirá silenciando a sus opositores mediante plomo o plata. Radio Caracas Televisión es sólo el inicio.
Carlos Alberto Montaner nació en La Habana, Cuba, en 1943. Reside en Madrid desde 1970. Ha sido profesor universitario en diversas instituciones de América Latina y Estados Unidos. Es escritor y periodista. Varias decenas de diarios de América Latina, España y Estados Unidos recogen desde hace más de treinta años su columna semanal. La revista Poder lo ha calificado como uno de los columnistas más influyentes en lengua española. Se calcula en seis millones de lectores semanales quienes tienen acceso a sus artículos en español, inglés y portugués.
Publicado en el sitio Firmas Press.
Domingo, Enero 07, 2007.
por Carlos Alberto Montaner
Hugo Chávez se propone cerrar Radio Caracas-Televisión. No le renovará la licencia. La razón alegada por el gobierno es que esa empresa apoyó el confuso golpe de abril del 2002. Pero no es verdad. El coronel Arias Cárdenas respaldó el golpe apasionadamente, como puede comprobar cualquiera que se tome la molestia de buscar el video con sus declaraciones de entonces en youtube, y luego Chávez lo nombró embajador en Naciones Unidas. Lo que Chávez premia o castiga es el grado de sumisión a su egregia persona. No actúa por principios, sino por cálculos estratégicos. Si te arrodillas, te llena de honores y hasta te hace rico. Si te opones, te destruye. Es el ''plata o plomo'' de los narcos sudamericanos elevado a la categoría de política de Estado.
Tras ganar las elecciones de diciembre del 2006, Chávez se dispone a darle algunas vueltas a la tuerca autoritaria. A corto plazo es muy probable que busque formas de cerrar o doblegar a Globovisión y a los diarios El Universal y El Nacional. Como dispone a su antojo del sistema judicial y de la temida Hacienda, es posible golpear a estos medios imponiéndoles multas millonarias o inventándoles delitos fiscales. Sería una forma de recurrir al ''plomo''. Pero acaso Chávez prefiera utilizar la ''plata''. Mediante unos amables testaferros, los hombres del presidente pueden adquirir los canales de comunicación de los enemigos con una buena tajada de petrodólares. Los propietarios entenderían el mensaje con cruel nitidez: o los venden o los pierden. Incluso, el precio podría sea alto. No es cuestión de dinero.
De la misma manera que para Chávez, por lo que se va conociendo, lo importante no son los procedimientos, sino los resultados, su compromiso ideológico también es difícil de precisar. Cambia con cada interlocutor o consejero que consigue situarse junto a su confusa cabecita. En los noventa estaba bajo la influencia de Norberto Ceresole, un argentino fascista cercano a los manicomios libio e iraní que se enamoró del teniente coronel golpista y lo puso a leer El libro verde de Gadaffi, un galimatías dedicado a consagrar el odio a Occidente, al mercado y a la democracia. Luego, a partir de 1994, Fidel Castro lo tomó de la mano y de forma creciente lo desvió hacia el marxismo-leninismo y el antiamericanismo militante, hasta que juntos concibieron y parieron el ``socialismo del siglo XXI''.
¿Qué es eso? La convicción de que La Habana y Caracas sustituyen a Moscú en la tarea de liderar a la humanidad en dirección del paraíso. La tarea exige, por supuesto, poner fuera de combate a Estados Unidos, Europa, Japón, más otros pequeños inconvenientes, pero el primer paso consiste en conquistar América Latina. ¿Cómo lo van a lograr? Repitiendo el experimento venezolano: se llega al poder legítimamente por medios electorales y desde la cúspide se desmantela el Estado de Derecho mientras se ejecutan medidas populistas demagógicas y efectistas. ¿Para qué ese esfuerzo? Para implantar un régimen gloriosamente colectivista en el que, finalmente, todas las personas sean buenas, desinteresadas, odien el consumo de viles objetos materiales y adopten comportamientos dulcemente idealistas.
Curiosamente, donde Chávez está encontrando una mayor resistencia es en la fase venezolana de construcción del socialismo. Lanzó a bombo y platillo una reforma agraria y descubrió que en Venezuela no hay campesinos y que hace más de cuarenta años que la tierra se distribuyó. Pensó en estatizar las grandes empresas y advirtió que los cuadros chavistas se caracterizan por exhibir una incapacidad crónica para la gerencia. Todo lo que tocan lo corrompen, lo destruyen o lo arruinan. Si mediante un decreto revolucionario Chávez nacionalizara las mil mayores empresas venezolanas, antes de 180 días todas tendrían que colgarse del presupuesto para sobrevivir porque habrían sido financieramente diezmadas. Y si Chávez, víctima de la legendaria incapacidad de su tribu política, no puede colectivizar la economía, ¿cómo continuará expresando su radicalismo revolucionario? Muy sencillo: en el terreno de la dictadura política: seguirá silenciando a sus opositores mediante plomo o plata. Radio Caracas Televisión es sólo el inicio.
Carlos Alberto Montaner nació en La Habana, Cuba, en 1943. Reside en Madrid desde 1970. Ha sido profesor universitario en diversas instituciones de América Latina y Estados Unidos. Es escritor y periodista. Varias decenas de diarios de América Latina, España y Estados Unidos recogen desde hace más de treinta años su columna semanal. La revista Poder lo ha calificado como uno de los columnistas más influyentes en lengua española. Se calcula en seis millones de lectores semanales quienes tienen acceso a sus artículos en español, inglés y portugués.
Publicado en el sitio Firmas Press.
Domingo, Enero 07, 2007.
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Estoy casi seguro que este tipo es un maricón y él gusta a hombres con barbas largas (Castro, Lula...).
Bootlead
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Hugo Chávez
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